El horror y el caos no solo existe en el pasado, en el presente también vivimos una crisis social y tecnológica, donde es cada vez más común conocernos por una red social y luego en persona, donde las drogas son consumidas desde temprana edad y fáciles de conseguir, donde nuestra moral y pudor está cada vez más debilitada producto de una vorágine virtual que nos carcome por dentro. Todos estos problemas son retratados en 'Videofilia y otros síndromes virales', acompañado de una narración envolvente y una edición explosiva.

La historia nos cuenta la vida de dos jóvenes (Luz y Junior) quienes se conocen luego de haber tenido cibersexo. Ella acaba de salir del colegio y quiere gozar de unas pequeñas vacaciones mientras sale, tiene nuevas experiencias por internet y consume drogas. Él dedica su tiempo jugando en cabinas de internet, grabando y vendiendo cintas pornográficas amateur. Luego del encuentro ambos se adentrarán a esa Lima hambrienta que buscará mediante un paseo virtual y psicodélico arrebatarles su espíritu. 

La película utiliza muchos recursos como cámaras caseras, vídeos de Youtube o incluso gifs que aparecen inadvertidamente; así como también un ejercicio de edición bastante interesante, especialmente en los trips de nuestros personajes (que nos hacen recordar un poco al mundo de Gaspar Noé en su cinta 'Enter The Void'), secuencias de videojuegos y elementos como bugs que aparecen en la pantalla de forma desconcertante, infestando a la historia, a nuestros personajes y los espectadores de una especie de virus presente e irreparable. 

Debo aplaudir el personaje de Luz y la gran actuación de Muki Sabogal, bastante atinada y sincera, una mezcla de inocencia y sensualidad muy bien definida. Un poco menos está su compañero, Ter Om, quien por ratos me agobiaba lo poco natural de su actuación, a pesar de que su rol era un simple chico que no se hacía paltas al hablar. Sin embargo es imposible no retratarse y en cierta manera, apegarse al personaje.

También debo rescatar una de las mejores y más fuertes escenas de la película: cuando el 'dealer' de Luz, Mike (Michel Lovón) lee una hoja donde está plasmado un suceso espeluznante. Esta escena, acompañada de una música aparentemente alegre o divertida, nos narra algo que sucede actualmente que es la violencia en el hogar. La historia, que al principio parece algo divertida, poco a poco se vuelve más densa y siniestra dejándonos incluso con un nudo en la garganta. Retratándonos así lo gracioso, lo común y lo banal que ahora es considerada la violencia.

Algo bastante rescatable es el uso del sountrack. Hay un par de canciones grabadas en forma de música de 8 bits (muy atinado de su parte) y otras que acompañan las escenas como conciertos en vivo o un hombre tocando el órgano y cantando, si bien bastante desafinado, pero con una letra y emotividad tremenda.

Es necesario aplaudir a 'Videofilia y otros síndromes virales' por retratar una (o debería decir nuestra) caótica ciudad, la cual nos ha apresado y enredado, ya no solo con su tráfico, su estrés o sus problemas sociales, ahora juega un rol fundamental el mundo virtual, el cual ha estado despojándonos de nuestra ética, de nuestros sueños, volviéndonos más banales y superficiales y en cierta manera inyectándonos esa necesidad de viralizar lo corrompido, lo trasgresor y lo ilegal. No me sorprende en lo absoluto que se haya estrenado solo en una sala comercial (y en pésimos horarios) y en dos salas de espacios culturales (Ministerio de Cultura y el MALI). La película no es para vender y no es para cualquiera. Si decides verla has tres cosas: ¡líbera tu mente, toma un shot de ron y prepárate para una buena experiencia cinematográfica que encima es peruana!